

Habitualmente, en toda Europa se le compara con el Mortirolo, pues tienen unos números globales muy similares, con subidas de 12,5 kms de longitud y una pendiente media cercana al 10 por ciento. Ambos están considerados como las cumbres ciclistas de mayor dureza. El Angliru, concretamente, tiene un comienzo no muy duro y seis kilómetros finales durísimos, con un tramo que se sale de toda lógica: la famosa Cueña les Cabres, que llega a superar el 23 por ciento de desnivel.
Los datos de la física dicen que en un 13 por ciento de desnivel, un escalador que rueda a 12 km/h genera una potencia de unos 315 wattios, de los cuales emplea un 93,5 por ciento en vencer a la gravedad y un 2,8 por ciento en vencer la resistencia al aire. Estas cifras se hacen más inverosímiles en el caso del Angliru, que fue bautizado por los ganaderos de la zona con un nombre que deriva del latín angulum, más la terminación ariu (lugar anguloso).
Cuando caminamos por las camperas de este puerto salpicado de picachos uniformes, el sol cae tan vertical que uno va pisando su propia sombra completa hasta la cabeza. Los ángulos sombríos, los recovecos al cobijo de las peñas, son imprescindibles para que hombres y ganados se quiten sofocos antes de llegar a la cima.
Aunque coronar sus 1570 metros de altitud no sea una tarea fácil, desde arriba comprobamos que el esfuerzo ha merecido la pena. Se divisan hermosos paisajes de la montaña central asturiana, con los picos Gamonal, al norte, con 1.712 metros de altitud, y Moncuevu, al sur, con 1.718 metros.
Se puede llegar a pie desde la cumbre del Angliru hasta la cima de la Gamonal en una excursión de menos de una hora con buen tiempo. Si el día está despejado, divisaremos desde la costa asturiana hasta los Picos de Europa.
La sierra del Aramo, donde se ubica este mítica subida, ofrece un paisaje rural apenas alterado que merece la pena conocer. El Angliru bien podría servir de primera excursión por este espacio, ya que sus vistas nos permiten hacernos una idea clara de los perfiles de esta sierra y de las múltiples excursiones que nos puede deparar.
Como mito del ciclismo que es, constituye un reto muy atractivo para los aficionados a la bicicleta. De hecho, cientos de amantes del ciclismo suben al Angliru a lo largo del año. Lo hacen para ponerse a prueba y medir su resistencia. Suben sólos o integrados en grupos y pruebas cicloturistas.
También hay quien sube corriendo. El primer sábado de octubre, una carrera pedestre que se acerca a su décima edición, concentra a casi un millar de sufridos participantes.
Para los más cómodos siempre queda la opción de subir el Angliru en automóvil. La pista está asfaltada y en buen estado, pero es estrecha, llena de curvas y con unas pendientes nada corrientes para conductores que no están habituados a estas carreteras de montaña. Hay "quitamiedos" en todo el trayecto, pero aún así la sensación puede ser demasiado fuerte para los que no están acostumbrados.
Historias de dioses y hombres
Se han escrito páginas y páginas acerca del Angliru y de todo lo que en él ha sucedido desde que la familia ciclista descubrió las pendientes que conducen al cielo. Desde siempre L´Angliru estuvo destinado a ser algo grande, lo único que faltaba era encontrar el momento apropiado para que todas las miradas se volviesen hacia él y descubriesen su personalidad. En el año 99, con la llegada de la Vuelta Ciclista a España, L´Angliru se convirtió en el coloso asturiano que consiguió que ciclistas consagrados en mil carreras echaran el pie a tierra. Desde ese momento se reinventaron unas cuantas metáforas. Lo que hasta la fecha se conocía como la subida a La Gamonal pasó a llamarse “L´Angliru, el Olimpo del Ciclismo”.


Curiosidades
Desde que L´Angliru se convirtió en un lugar de reclamo para deportistas profesionales y aficionados, han sido muchas las gestas realizadas en este espectacular puerto de montaña que merecen mención. Aunque aquí no se recogen todas ellas, sí se detallan algunas de las más significativas. -
- En julio de 1999 Félix Pis, un ex-ciclista septuagenario de Llanes, hizo una apuesta con sus amigos: Subir sus 70 años hasta la cumbre de L'Angliru. En dos horas y cinco minutos Félix cubrió los 12,5 kilómetros que separan La Vega de la cima de L'Angliru, ganando así una apuesta que consistía en medio millón de las antiguas pesetas. Como declaró a la Nueva España después de su hazaña: “No volveré a subir más, es terrible. Me tocó sufrir como nunca había pensado. Gracias a que venía muy mentalizado para conquistarlo, lo conseguí”.
- El 30 de julio del año 2000, el salmantino Vicente Martín Calvo subió L'Angliru en silla de ruedas. Su aventura con los puertos de montaña comenzó en el año 95 cuando, sin ningún entrenamiento, intentó subir los Lagos de Covadonga. El quedarse a mitad del puerto fue el acicate perfecto para comenzar a entrenarse duramente y enfrentar, en el año 96, la subida al mítico Tourmalet. Lo consiguió tras tres horas de esfuerzo. En el 2000 el reto estaba situado en la cima de L'Angliru. Tres horas y cuarto le bastaron para pasar a formar parte de las leyendas de L'Angliru.
- Si algo tiene L'Angliru de especial es que sobre su asfalto se han escrito hazañas épicas cuyo mérito trasciende lo cotidiano. Una de estas hazañas es la realizada por Juan José Menéndez, un discapacitado catalán que se propuso subir L'Angliru teniendo solamente un brazo y una pierna. Después de varios años de rehabilitación y entrenamientos Juan José al que le faltan un brazo y una pierna, se convirtió en un deportista Paraolímpico y situó un objetivo claro en su mente: subir L'Angliru en una bicicleta adaptada preparada por el ex-mecánico de Saeco y Mapei, Sisquillo. Abril del año 2002 fue la fecha escogida para la subida. En este primer intento llegó hasta Les Cabanes, pero al no tener el desarrollo adecuado no pudo llegar más arriba.
- En mayo de 2002 Jesús González Montoto fue galardonado con el premio Asturias de Jardinería y Paisajismo, otorgado por el Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Agrícolas del Principado de Asturias. El proyecto “Estabilización de taludes y adecuación paisajística en la Cueña Les Cabres”, valió para que este perito agrícola asturiano pasase a formar parte de los nombres propios del universo ciclista en L'Angliru. Su mérito no ha estado sobre dos ruedas pero sí a pie de asfalto, adecuando la ruta por la que más tarde pasarían los ciclistas. Según el jurado, el trabajo de Jesús González “presentaba especiales dificultades técnicas de ejecución de obra, en una de las zonas más emblemáticas de Asturias, consiguiendo una solución perfectamente adecuada al entorno”. La ampliación de la carretera de acceso al Angliru, por exigencia de la Vuelta Ciclista a España, generó un aumento de la pendiente y de los desprendimientos. El proyecto de Montoto planteó una fijación al suelo con un anclaje de mallas y aplicación de sustratos en una superficie de 900 metros, con lo que consiguió que una de las partes más atractivas de la subida a L'Angliru quedara a la altura de las circunstancias.
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